La ciudad de Beijing, en las puertas de la inauguración de los Juegos Olímpicos, recuerda, sobre todo a los que lo vivimos en directo, a la Expo 92, por la cantidad de obras empezadas por todos los rincones de la ciudad, y por la cantidad de botes de pintura empezados, para maquillar las calles y avenidas, y que a falta de escasos 100 días no se sabe cuantas de ellas estaran listas. Destaca por lo imponente y expectacular el estadio olímpico, Nido de Pájaro, con 90000 plazas sentadas, vamos una barbaridad, además, nos cuentan que todas las entradas son nominativas, ni reventa ni nada parecido, aquí los que quieren asistir lo han solicitado hace meses, y como el número supera a la oferta entran en un sorteo, teniendo en cuenta que aqui, solo en Beijing viven 21.000.000 de habitantes, que te toque asistir es como la primittiva. Como siempre los que hacen su negocio son los funcionarios y delegaciones desplazadas aquí, flotas de audis negros se mueven por toda la ciudad, y es que preparar un evento así tiene tarea. Todos los hoteles ya huelen a olimpiadas y ese mismo ambiente se respira por doquier, hasta en los vendedores ambulantes que con su particular multilenguaje acosan al pobre turista, en una feroz guerra por venderte algo.
Esta mañana ha tocado visita a un barrio antiguo, donde todavía residen familias, que se resisten a la modernidad y paseo en rik-saw. Humm, hoy vamos a comer a un restaurante español....cojemos varios taxis, vamos cinco familias, en el primero vamos nosotros, le enseño el papel con la dirección en chino, y el taxista con cara de poker inicia la marcha, cuando se supone que ya estamos cerca, empieza a hablarnos, supongo que preguntándonos si sabemos el sitio exacto, nosotros, finamente npi, al ver el hombre que está un poco perdido, honradamente, para el taximetro (solo llevamos1,6€), mas despistao que una gamba, llama varias veces por el móvil, y parece que no le saben decir donde esta el restaurante, van pasando los minutos y nada de nada, al final le digo que llame por teléfono a nuestra guía turística, así lo hace y bingo!! le explica el lugar exacto y nos lleva en un plis plas, solo ha transcurrido una hora, humm ya olemos a paella, nos bajamos del taxi y para colmo de los colmos nos encontramos que el restaurante está cerrado, al borde del ataque de nervios y de hambre, nos damos cuenta que el resto de las familias tampoco están, suponemos que con nuestra tardanza ya se habran ido al hotel o a otro sitio a comer (jeje estaban mas perdios que nosotros). Pues, por estas cosas del destino, nos encontramos en la calle, a otras familias españolas, también adoptantes, inmediatamente empezamos a hablar con ellos, como si nos conociesemos de toda la vida, ya sea por la madre patria que nos une o por la solidaridad de los recien empadrados. Su hotel está cerca y conocen un poco la zona, nos invitan a que les acompañemos a otro restaurante, así lo hicimos y compartimos mantel con amena charla con tres familias de Ubrique, Sevilla y Valencia. Nos perdimos la paella, pero conocimos a otras familias y su experiencia adoptante.
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